Zubizarreta y la sombra de la duda

Director General Deportivo del Athletic Club entre 2001 y 2004, a Andoni Zubizarreta le reclutó Sandro Rosell al ganar las elecciones al Barça en 2010 para ocupar la dirección deportiva. Sustituto en el cargo de su excompañero Txiki Begiristain, quien abandonó el club coincidiendo con la salida de Joan Laporta, a Zubi se le contempló como un puente entre el nuevo presidente azulgrana y Pep Guardiola. Ya existía en aquel entonces la sospecha de que las relaciones entre ambos no serían fáciles y se creyó que la presencia del exportero, amigo íntimo del entrenador, sería una buena jugada.

Tres años después Guardiola entrena al Bayern, Víctor Valdés está en puertas de su adiós, la renovación de Iniesta permanece encallada (lo que por otra parte no se sabe si es buena o mala noticia), los fichajes de Cesc o Neymar llevan impresas otras firmas y la llegada del Tata Martino la apadrinó directamente el presidente. Un bagaje cuanto menos cuestionable para un director deportivo que acaba de renovar su contrato hasta 2016, coincidiendo con el final de trayecto de la directiva.

Zubizarreta, hoy, contempla desde la barrera el debate que tiene en el entrenador a la diana principal. Un entrenador recién llegado desde el otro lado del Atlántico y que busca la excelencia con una base envejecida y que no ha sabido ser renovada por el tipo que ha ligado su futuro al club por otros dos años en los que ya no tendrá excusa ninguna. Por mucho que lo sucedido en los últimos meses no inviten al optimismo.

De hecho, su trascendencia en estos tres años y medio se adivina solamente en la sucesión de Pep. De acuerdo a todo lo proclamado fue Andoni quien apostó de forma rotunda por Tito Vilanova como nuevo entrenador y aunque acabó contrastándose que las formas no fueran las más correctas, el acierto, roto por la desgraciada enfermedad de Tito, se consideró a la vista de los resultados óptimo.

Más allá de eso, los méritos de Zubizarreta en estos tres años y medio son difíciles de cuantificar. De entrada, coincidiendo con su incorporación al cargo, el Barça fichó a Adriano por trece millones de euros. Existió siempre la duda de si el responsable de esa operación supersónica fue Zubi o el presidente directamente, aunque sí se debe a su trabajo tanto el fichaje de Mascherano (solicitud directa de Guardiola) como el de Afellay, alguien que hoy parece molestar en el club.

Bajo su mando el club ha conquistado una Champions, dos Ligas, una Copa de España, un Mundial de clubs, una Supercopa de Europa y tres de España. El balance, contemplado fríamente, es poco menos que espectacular. Por mucho que se contemple una segunda lectura que deja la sombra de una duda cada vez más acentuada en su labor.

Villa, Adriano, Mascherano y Afellay en el primer curso; Hleb, Cesc y Alexis en el segundo; Song y Jordi Alba en el tercero; Neymar en el cuarto. Esta es la lista de los fichajes realizados por el club con Zubizarreta en la dirección deportiva. Diez futbolistas de los cuales existen tantas sombras como luces para haber invertido cerca de 250 millones de euros y encontrarse hoy con una plantilla cuyo peso específico sigue siendo el mismo de hace cinco años, apenas, si acaso, con la suma de Cesc y Jordi Alba.

Considerar que a Zubi se le ha envejecido el Barça no es una mala noticia. La preocupante, de veras, es contemplar que el futuro no alumbra mucho mejor en este aspecto y mirar como por el camino no ha incentivado la competencia en los puestos clave de un equipo cuyos síntomas encienden la duda en un debate que quizá erroneamente apunta a Martino cuando debiera hacerlo al césped… Y al despacho.

El fichaje, ya urgente y necesario de un portero de primer nivel, apunta como su mayor reto inmediato. Pero eso no ocultará la realidad de un vestuario que se ha hecho con el mando de la situación. Después de un verano histérico, al que se llegó con la unanime sensación de la necesidad de revolucionar la plantilla, solo existe Neymar. Incapaz de mantener a Thiago, Zubizarreta ha entregado al Tata el mismo plantel que se derrumbó en la parte final de la pasada temporada. Y con ello debe lidiar un entrenador alucinado con las presiones de un entorno al que no acaba de entender.

Cómodamente instalado en su despacho, resguardado de toda crítica, el Director Deportivo se suma al discurso de los resultados para rebatirlo todo. El tiempo acaba dando y quitando razones. Pero quizá al Barça, y eso es lo verdaderamente preocupante, se le va acabando el tiempo.