Aquellas noches de Gamper

En 1966, Enric Llaudet, entonces presidente del Barça, decidió poner en marcha un torneo amistoso de fútbol que sirviera para homenajear a Joan Gamper, fundador del club y, al mismo tiempo, como presentación del equipo en el Camp Nou antes del inicio de cada temporada.

Con el tiempo, el trofeo Joan Gamper se convirtió en una cita ineludible para los aficionados culés, que en aquel tiempo sólo disfrutaban de su equipo una vez cada quince días y apenas tenían ocasión de ver sus partidos por televisión. Peñarol, Boca Jrs., Bayern de Múnich, Inter de Milán, PSV Eindhoven, Colonia, Ajax, Honved de Budapest, San Lorenzo… la flor y nata de los clubes de todo el mundo pasó durante años por un cuadrangular de dos días de duración en el que los barcelonistas vivían cuatro partidos en un ambiente único, familiar y festivo.

Por regla general, el cartel no tenía nada que envidiar a unas semifinales de la Copa de Europa. No obstante, convendremos en reconocer que no podía decirse lo mismo del sorteo, que deparaba –casualmente, sin duda– unas eliminatorias que emparejaban a dos cocos entre sí y al Barça frente al Atlético Mineiro de turno, procurando así que el equipo local disputara la final.

Durante muchos años, el Gamper sirvió para que los culés entonaran el ‘aquest any sí‘, una frase felizmente desterrada desde que, con la llegada de Cruyff al banquillo, el club cambió su dinámica perdedora. Felizmente, nadie alude ya a ese ‘este año sí‘, relegando al olvido una sentencia que probablemente sea desconocida por los seguidores más jóvenes. Aun así, conviene no olvidar aquellos tiempos oscuros en los que el barcelonismo tenía que conformarse, por fuerza, con vencer en su trofeo, con ganar al Espanyol (cuando los pericos eran rival) y, con suerte, con pasar por encima del Real Madrid en los duelos directos. Todo aderezado, eso sí, con alguna Copa del Rey que abriría las puertas a los primeros éxitos europeos, como el de Basilea.

El Gamper ha deparado otros acontecimientos curiosos, como el Camp Nou gritando ‘torero, torero’ a Prosinecki, la visión del Loco Gatti recogiendo nueve veces el balón de su portería en un Barça-Boca Jrs. o las participaciones con triunfo de Tenerife y Valencia en agradecimiento a los servicios prestados. Y sobre todo, la aparición fulgurante de un pequeño futbolista argentino llamado Lionel Messi que dejó boquiabierto al estadio como a Fabio Capello, entrenador de la Juventus aquella noche.

La edición de 1996 fue la última que contó con la presencia de cuatro equipos. Anderlecht, Inter de Milán y San Lorenzo de Almagro acompañaron al Barça en aquella ocasión. A partir de entonces, las apreturas del calendario y la dudosa rentabilidad del torneo hicieron que las sucesivas directivas decidieran que el Trofeo Joan Gamper pasara a disputarse en un único partido. Sampdoria, Santos, Sporting de Lisboa, PSV, Parma y Estrella Roja fueron los primeros rivales en un torneo que fue perdiendo lustre hasta que, ya en 2003, el club decidió darle un nuevo impulso para traer, sucesivamente, a Boca Jrs., Milan, Juventus, Bayern de Múnich, Inter de Milán, de nuevo Boca, Manchester City, otra vez Milan, Nápoles y, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la final de Wembley, Sampdoria.

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Hoy, el trofeo Joan Gamper es un espectáculo pensado para atraer a los turistas que visitan Barcelona en verano y que raramente tienen la oportunidad de ver al equipo en el Camp Nou. Los socios habituados a acudir al templo blaugrana no suelen asistir al torneo por varias razones. Una, que se trata de un partido no incluido –desde hace muchos años ya– en el abono anual. Otra, seguramente la más importante, que en las últimas ediciones se ha escamoteado la presencia en el césped de las estrellas del equipo, generalmente aterrizadas más tarde que sus compañeros a causa del Mundial, los Juegos Olímpicos o la Eurocopa de turno.

Si el año pasado el torneo se inscribió como parte del traspaso de Neymar y provocó que el rival fuera el Santos brasileño, en 2014 el Gamper aún tiene menos interés –tal vez no futbolístico, pero sí mediático– del Club León mexicano, un perfecto desconocido para el 99% de los aficionados barcelonistas.

Probablemente el formato actual sea el adecuado, la utilización económica del torneo sea la idónea e incluso venga bien emplear el Gamper como parte del pago de algunos traspasos, pero uno siente cierta nostalgia –la nostalgia de lo que no regresará– de aquellas tardes entre semana en las que, bocadillo en ristre, pasábamos más de cuatro horas viendo fútbol, conociendo a los nuevos fichajes y entonando el ‘aquest any sí’, tal vez lo único que quienes vivimos aquello no añoramos.