¿Qué le pasa a Messi?

Existen unas cuantas corrientes de opinión en relación al mejor jugador de todos los tiempos, Lionel Messi. Hay quienes defienden que ha llegado su ocaso, que esta lento, ya no tiene chispa ni ambición. Por el contrario, somos muchos los que pensamos que a Messi no le pasa nada (grave) y que son las circunstancias a su alrededor las que han cambiado.

También están los tribuneros. Esos piensan que “correeee, burruuuu”. Si sois de esos, os felicito de corazón.

Intentar defender que a Messi no le pasa nada futbolísticamente hablando es complicado. Las pruebas tanto estadísticas como de sensaciones parecen ir en contra. Intentaré explicarme aunque será difícil rebatir a los del “sí, sí, pero ya no corre cuando pierde el balón” (como si lo hubiera hecho alguna vez).

Antes, me contradiré con un par o tres de asuntos porque soy así de chulo.

Primero: todos los jugadores evolucionan en su físico. Normalmente y hasta que el físico realmente comienza a castigar de verdad al deportista, éste adapta (y mejora) su juego al cambio en su complexión. El mejor Messi que se ha visto nunca, la última o penúltima temporada de Pep Guardiola, es algo más lento y menos espectacular que el niño que debutó con Rijkaard y marcó aquel gol al Getafe. Sí, ese Messi ya no lo vemos, pero es que tampoco se veía con Pep. Gracias a Dios, me atrevo a añadir. Era peor jugador. Messi es menos explosivo pero sigue siendo rapidísimo. Sigue siendo capaz de cambiar de ritmo e irse de varios contrarios. Sigue siendo el jugador del mundo que más regates hace con éxito. Lo fue en el último Mundial, por ejemplo.

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Segundo: Messi ha sufrido varios problemas fuera del campo y una lesión importante esta temporada. Épocas de falta de confianza tanto en su físico como en su juego son más que posibles debido a problemas extradeportivos o en fases de recuperación de lesiones delicadas. Altibajos normales en cualquier jugador y que en Messi no se habían producido en muchos años debido a la falta de contratiempos.

Por último, todos hemos visto un Messi más apagado. Un Messi que disfruta mucho menos y un Messi con menos confianza. El jugador que mejor se lo pasa con el balón, con ser decisivo, ha pasado a tocarlo poco y a buscarlo en zonas donde no hace ni la mitad de daño. Los jugadores como Messi o yo mismo (¡ja!) necesitan (¡necesitamos, ja ja!) disfrutar y tener confianza para dar con su mejor versión.

Pero el runrún en la calle no habla de altibajos normales, temporadas menos brillantes o evoluciones normales en el físico de un futbolista. Las discusiones van más allá. Se centran en si esta acabado, si debe venderse o si ya no volveremos a ver un Messi estratosférico. Veamos por qué creo que el problema no ha sido Messi y sí casi todo lo que le ha rodeado.

Prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que el mejor Messi se vio en los dos últimos años de Pep. Yo lo extendería a la media temporada antes de que Tito Vilanova marchase a Estados Unidos por primera vez a tratarse de su terrible enfermedad. Guardiola mismo ha reconocido que en su opinión el mejor Barça se vio en su última temporada pese a regalar la liga en algunos campos y perder un definitivo partido en el Camp Nou ante el Madrid. Yo estoy de acuerdo.

Ese equipo fue la máxima expresión del dominio del juego de posición. Un equipo de centrocampistas (Mascherano, Busquets, Xavi, Iniesta, Thiago y Cesc llegaron a jugar junto a Messi en la misma alineación) que tenía un 70% de posesión en campo contrario. Un equipo que jugaba en 30 metros y en el que el papel de Messi era salirse de la marca de los centrales, encontrar espacios y recibir en zonas de peligro cerca del área rival. Casi cualquier balón que recibía con algo de espacio se convertía en jugada extremadamente peligrosa. Ya fuera para marcar él o asistir para el gol de un compañero. Cuando estaba un tiempo sin tocar el balón bajaba a combinar al centro del campo, como para no aburrirse. No ocurría con asiduidad; se aburría poco.

Y sí, Messi caminaba. ¡Vaya si caminaba! Caminaba mientras el balón circulaba a altas velocidades por el otro lado del campo para desmarcarse. Caminaba tras pérdida y que el balón saliese de su área de influencia para recuperarse del esfuerzo de una acción explosiva. Y volvía a caminar en busca de un espacio mientras sus compañeros se encargaban de recuperar el balón y moverlo buscando el momento para dárselo de nuevo. Juego de posición. Utilizar la posesión para descolocar a rivales con 11 tíos en 30 metros y ordenarse a través de ella para recuperar el balón rápidamente tras su pérdida. Los esfuerzos de Messi eran cortos y explosivos. Sus acciones eran todas o casi todas cerca de la portería contraria. Siempre recibía con ventaja y dispuesto a matar. El mejor Messi.

Pero se fue Pep y jamás supimos si Vilanova hubiese podido mantener o, por qué no, mejorar a Guardiola. Se puso enfermo y llegó Roura. Y después Martino. Y ya fuera por actitud de la plantilla, por mentalidad del entrenador, falta de exigencia o mala suerte se comenzó a dejar de hacer cosas.

Los centrales ya no se abrían (tanto) a sprint para dar salida de balón. Valdés arriesgaba cada vez menos y jugaba (mucho) más en largo. Se hablaba de llegar en tres pases a la portería contraria en lugar de en veinte. El equipo no se ordenaba con el balón. Los rivales encontraron la manera de hacer contras y más contras. El presidente decía que los partidos parecían de Premier League con todas las idas y todas las vueltas y el entrenador no entendía por qué narices se le criticaba cuando ganaba 0 a 4 en campo del Rayo. Que se le discutiese la posesión por primera vez en años no podía ser más que una anécdota. En los momentos que el equipo tenía la posesión en campo contrario, la circulación era bastante más lenta y se desordenaba menos al rival. Y cada vez se tapaba más a Messi mientras no se encontraban soluciones tácticas para encontrarle.

Y llegó el mundial. Y fue votado el mejor (aunque no lo fue y aunque no hubo uno mejor). Y fue decisivo. Pero no fue el Messi bestial.

Si el Barça post Pep jugaba más largo, Argentina fue, directamente, un equipo de contraataque. Sin talento para jugar en campo contrario ni hacer que el balón rodase suficientemente rápido para encontrar espacios ante defensas cerradas, bastante hizo Argentina en defender sólidamente y poner en aprietos a Alemania en la final. Con dos cabalgadas de Messi desde el centro del campo que casi acaban en gol, por cierto, demostrando que velocidad no es precisamente algo que le falte.

Aun así, se vio un Messi de poco balón. Los pocos que tocaba lo hacía exageradamente lejos de la portería contraria. Sus regates (fue quien más hizo en el mundial) poco decisivos y sus pases definitivos, pases de 40 metros para carrerones en largo de algún compañero.

El Barça y Argentina eran dos buenos equipos que disfrutaron de un grandísimo jugador en su seno. Sus actuaciones y números estuvieron a la altura del mejor, pero ninguno de ellos pudo o quiso jugar para tener al extraterrestre que habíamos visto hasta hace poco.

Y aquí es donde, en mi opinión, podría haber un debate. ¿Debería Messi haberse adaptado a lo que era un juego diferente? ¿Dejar de desmarcarse casi andando para buscar más balones al espacio? ¿Tener más paciencia y en lugar de bajar a buscar el balón al centro del campo esperarlo más arriba? ¿Aprender a jugar a la contra? ¿Correr más en defensa? En definitiva, eso significaría dejar de hacer todas las cosas que le llevaron a ser el mejor para adaptarse a un nuevo entorno.

Nadie ha sabido exactamente qué hacer con Messi. Ni él mismo. Ha seguido haciendo lo mismo que le había llevado a lo más alto y han esperado de él el mismo juego en circunstancias totalmente diferentes. Y aun así, ha seguido siendo el mejor (o de los mejores). Cualquier equipo querría a ese jugador. Yo no.

Me gustaría volver a ver un equipo con mecanismos para encontrar a Messi donde tiene que recibir el balón. Me gustaría ver un equipo ordenarse con la posesión y recuperar el cuero tras pérdida en esas zonas de influencia. Un equipo que no viva los partidos yendo y viniendo de área a área. Un grupo trabajado y motivado.

Si se consigue, y confío en Luis Enrique para ello, no tengo dudas. Parecerá que ha vuelto, que vuelve a correr (cuando realmente seguirá andando), que vuelve a estar motivado. Y todos volveremos a tener razón. Los que dirán que Lucho le ha puesto las pilas y los que como yo pensaremos (sabremos) que sólo hacía falta volver a ver un Barça reconocible para volver a ver al Messi de siempre.

Sergi Rojals es futbolista.

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