No es personal, son negocios

Desde que, hace poco más de una semana, la Audiencia Nacional admitiera a trámite la querella presentada por Jordi Cases contra Sandro Rosell por el coste del traspaso de Neymar, todo lo que rodea al Barça se ha convertido en un vodevil. Ruedas de prensa, dimisiones, declaraciones de expresidentes, columnistas y opinadores remando en todas direcciones, acusaciones al máximo rival, intrigas políticas, amenazas… y en medio, como quien no quiere la cosa, fútbol.

El Barça es un club tan apetitoso, tan goloso, que atrae con la misma fuerza que un agujero negro cualquier debate, sea de la materia que sea, lo que acostumbra a dejar al aire las vergüenzas de algunos. En poco más de una semana hemos visto que los periodistas tenemos un profundo conocimiento de los tecnicismos jurídicos; ya podemos hablar sin complejos acerca de una querella, una admisión a trámite, una imputación, una fiscalía y un juez madridista, un burofax, un socio díscolo y un abogado esperpéntico –pero listo–, por no hablar de que estoy convencido de que todos hemos leído al detalle y varias veces los estatutos del club. Hablamos de todo eso aunque en realidad, confesémoslo, no sepamos bien qué es cada cosa.

También hemos dejado claras nuestras carencias en una operación matemática tan sencilla como es la suma. Antes los mismos sumandos, somos incapaces de ofrecer un resultado idéntico. Unos ven 57’1, otros setenta y pico y algunos, los más, creen que la suma da más de 80. Será porque somos de letras, pero es algo inquietante para el gremio, porque el fútbol no es una ciencia exacta, pero sí lo son las matemáticas.

Y con esa excusa de ‘ser de letras’, acabamos por ponerlas a nuestro servicio. Las empleamos de forma perversa para que la semántica sirva a nuestros propósitos. No sabemos sumar, así que jugamos con las palabras para que el resultado de la operación matemática se ajuste a nuestro deseo. Y, ¡ah, amigo!, ahí no hay nada como la semántica. ¿’Coste de traspaso’ o ‘coste de operación’? Coste, en cualquier caso, ¿no?.

Dando por hecho que la prensa es hoy un negocio y que el éxito de cualquier negocio pasa por la venta, todo este embrollo está haciendo que el gremio disfrute más que un cerdo revolcándose en una charca. No nos importa bajar al barro, utilizar la demagogia, cambiar de argumento en función del nombre del socio que actúe y contra quién lo haga, sumar mejor o peor o apostar por las adhesiones inquebrantables. Al fin y al cabo, business is business. Y cuando hay negocio, ¿A quién le interesa el fútbol?

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