Nadal no es Alves

Tras cinco partidos ganados (cosechados después de más de diez horas sobre la pista), Rafa Nadal levantó su noveno Montecarlo y se quitó un peso de encima. Por fin mordía un trofeo después de ocho meses sin hacerlo.

Al llegar a Barcelona le preguntaron que si entonces era la hora de callar bocas. Que si tenía algo que decirles a aquellos que habían querido jubilar su carrera. Esos que tan rápido se te acercan cuando huelen tu triunfo. Y que se alejan a la misma velocidad cuando intuyen que se avecinan días no tan soleados. Los mismos cuyo esquema de vida se rige por la codicia. La envidia. El egoísmo. O la hipocresía. Sin rastro de honradez. De trabajo. O de sensatez.

Nadal, tras un par de segundos, respondió que acepta y aceptará cualquier crítica… siempre que venga hecha con respeto. El mínimo que debería imponerse, siempre, entre la clase humana. El que le corresponde y se merece, después de unos números que abruman a cualquier aficionado al deporte que se precie.

Y ahí se quedó su respuesta. Nada de aprovechar la ocasión para mandar recados, tomarse la revancha o sacar pecho cuando lo tenía en bandeja. Nadal no es Alves. Cuando la situación lo requiere, deja pasar la pelota.

Una semana más tarde, se repitió la historia. Cinco partidos ganados. Ocho horas esta vez sacando, remando. Devolviendo bolas. Y un nuevo trofeo que morder. Esta vez su noveno Godó. Nadal se bañó en la piscina, no dejó de agradecer el apoyo recibido… y, de nuevo, nada de revanchismos en sus declaraciones. Ni rastro de cainismo.

Lo que sí hizo horas después de tanta foto y tanta sonrisa imposible de disimular fue ponerse serio y registrar una querella a esa ex ministra francesa que le acusó de doparse. La que le obligó a tener que responder mil veces que no es de los que juegan sucio. De nuevo el mismo mensaje. Críticas sí. Las que queramos. Pero justas. Con fundamento que diría Arguiñano. Que estén basadas en números, pruebas y argumentos de peso. Quien busque construir de las vacías le costará hacerlo. Porque ese chico juega limpio. Porque lleva 69 títulos (14 Grand Slams y 28 Masters 1.000 entre otros). Porque sigue con hambre de victorias. Y porque hace tiempo que entró en la Historia. En esas páginas de un deporte que algunos, por mucho que lo intenten, no van a lograr borrar. El mismo Rafa se encargará de ello.

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