Más Messi, más Barça

Las negociaciones entre el FC Barcelona y Leo Messi para la mejora del contrato del argentino parecen llegar a su punto final, según se desprende de las informaciones publicadas tras la reunión de ayer entre el padre del crack y el vicepresidente Javier Faus y el director general del club, Antoni Rossich.

Una operación que debería ser estratégica para el club se habrá prolongado demasiado en el tiempo gracias, entre otras cosas, a la situación institucional del club. Apalabrada la mejora por el dimitido Rosell hace meses, no ha sido hasta el final de curso cuando Josep Maria Bartomeu ha enhebrado la aguja y se ha ajustado el dedal para acabar de coser el nuevo traje del emperador.

Entre tanto, la languidez del equipo y su discontinuo rendimiento entre lesión y lesión provocaron que Messi tuviera que levantar por primera vez la voz contra Faus, ahora número dos del club, tras aquellas declaraciones en RAC1 en las que decía que mejorar el contrato de ese señor no era prioritario. El resto de embajadores del mal gusto –periodistas o peluqueros, tanto da–, aquellos que se llenaban la boca de Messi y sus records y ahora le acusan poco menos que de arrastrarse y de pensar en el Mundial, sigue a lo suyo. Lo último, que el club está siendo chantajeado por el futbolista al “exigir” el fichaje de Agüero y la renovación de Pinto.

¿Exigir? No debería ser Messi quien exigiera nada. Debiera ser el propio club quien se diera cuenta que, ya desde 2012, el Barça ha ido acelerando su declive y perdiendo competitividad, especialmente en Europa. Sería bueno percibir que si esa caída no ha sido más estrepitosa fue, precisamente, porque el equipo permaneció enganchado a los diversos torneos gracias a los descomunales números del argentino, ejecutor implacable de rivales y asistente de compañeros.

Ganador nato, el 10 quiere seguir siéndolo. Como cualquiera que ha saboreado el dulzor de la miel, no quiere siquiera plantearse la posibilidad de probar la amargura de la hiel. A los 26 años, Messi quiere volver a tener un equipo a su altura, un conjunto de futbolistas que acompañen esa insaciabilidad que ha demostrado desde que Rijkaard le hiciera debutar con el Barça y que, incluso en un año flojo, ha aportado más de 40 goles.

Con el paso de las horas, de la “exigencia” se ha pasado a la “sugerencia”. Ahora Messi ya no exige, sino que sugiere. En el fondo, importen o no las formas, lo que pide el argentino –además de dinero– es lo que debería exigir, ahora sí, la afición del Barça: acción y evolución frente a la pasividad y la involución de los últimos dos años.

Cuando las cosas no salen como uno espera, la tentación de buscar culpables crece. Y, naturalmente, esos culpables son siempre otros. Vivimos en una sociedad egoísta en la que es mucho más fácil espulgarse la responsabilidad que analizar el porqué de las cosas y buscar si uno mismo ha tenido algo que ver en un plan fallido. En un entorno jerarquizado, siempre hay alguien a quien achacar los errores propios, alguien que pueda tragarse los sapos que genera el de arriba y dejarnos con las manos –que no la conciencia, si la hubiere– limpias. A Bartomeu y su junta cada vez le quedan menos cabezas de turco, escudos y parapetos, y apenas algún Sobrequés que le sostenga el paraguas. Al culé le queda todavía un pilar al que aferrarse y sobre el que construir un equipo ganador. Es el mejor y se llama Leo Messi.

Sugiera o exija, vista la experiencia de estos años, lo mejor será que le escuchen.