La vuelta completa al calcetín rojo

pizarra

De abril a octubre los Red Sox han sido el equipo más dominante de la Major League Baseball. Si el año pasado fueron el peor equipo con un Bobby Valentine ninguneado, como manager, por unos jugadores sin alma, esta temporada, con John Farrell al frente, ha sido sublime. El equipo enseguida consiguió imprimir respeto a los rivales que llegaban a Fenway Park como quién llegaba al matadero (53 victorias por 28 derrotas). Se alimentó del carácter de la ciudad que sufrió un atentado durante la celebración de la maratón. Se grabó a fuego el lema Boston Strong. Cada extra base de cualquier jugador de los Red Sox en cualquier partido se celebraba golpeándose el corazón. Señal inequívoca que el equipo había recuperado el alma. Y con alma este equipo es imparable.

El partido ha tenido poca historia sobre la hierba y la arena. Se enfrentaba el novato sensación de los Cardinals, Michael Wacha, al mayor reto de su vida: silenciar los bates de Boston. Lo había hecho en una ocasión pero hoy era diferente. Hoy el equipo estaba empujado por un estadio con más gente de la que cabe. Por una ciudad sedienta de celebración. Y por una fanaticada que no desfallece nunca.

Wacha resistió tres entradas. Jacoby Ellsbury le conectó un sencillo. Dustin Pedroia fue eliminado. Y a David Ortiz le caminó intencionadamente. Wacha notó la presión. No es fácil ser novato y llegar invicto a un match ball. Tras eliminar a Mike Napoli, llenó las bases golpeando a Jonny Gomez con la bola. Shane Victorino hizo el resto. Golpeó la bola contra el monstruo verde de Fenway Park y remolcó a los tres corredores con un doblete.

Fin del partido.

Al otro lado del dugout esperaba John Lackey. Tan sólo necesitaba soporte ofensivo. Se sabía capaz de ganar el partido más importante de su vida.

Comandó al equipo hasta la séptima entrada. Dejó el campo en la mayor ovación que haya recibido en Boston. Seguramente la mayor que recibirá nunca. Dejó el partido a siete outs de ser campeones.

Wacha salió tocado de la tercera entrada y acabó muriendo en la cuarta. Nada más volver al montículo recibió un cuadrangular de Stephen Drew para la cuarta carrera de Boston. Mike Napoli con un sencillo remolcó a Ellsbury para la quinta y otra vez Victorino con su cuarta carrera remolcada –esta vez a David Ortiz que seguía siendo caminado intencionadamente– para la sexta y última de Boston.

La carrera del honor de los Cardinals la empujó Carlos Beltrán con un sencillo y la anotó Daniel Descalso ante la mirada de Lackey que veía así esfumarse la blanqueada.

Junichi Tazawa le substituyó para conseguir el out definitivo en la séptima entrada. Brandon Workman salió para retirar en fila, a los tres bateradores, en la octava entrada –un Workman que empezó abril lanzando en la doble AA–. Y el partido sin estar en opción de salvamento, le llegó franco a Koji Uehara, en modo de homenaje. Uehara lo cerró eliminando a los bateadores en fila. El último, como no podía ser de otra manera, abanicado. Y estalló Fenway Park y la cuidad de Boston entera.

La noche va a ser muy larga en la ciudad. Necesitaban esta inyección de adrenalina. Boston es fuerte pero lo es mucho más gracias a sus equipos deportivos. Los Red Sox no ganaban una Serie Mundial en casa desde 1918. Nadie lo recuerda en vida. La ocasión se lo merece.

David Ortiz ha sido nombrado jugador más valioso de las Series Mundiales ternimando con un extraordinario .688 en bateo.

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