Daniel Alves lleva seis años ganando títulos en Barcelona, como ya llevaba cinco haciendo lo propio con el Sevilla cuando entre Txiki y Pep decidieron que él sería el sustituto de Belletti. El lateral llenó sus maletas de gafas, chaquetas estrambóticas que rivalizan con las del mismísimo Xavier Sala i Martí y las mismas ganas de pasar por encima de sus rivales. Luego vino el triplete, el sextete, los tumores de su amigo Abidal y su entrenador Vilanova, el año en blanco del Tata y el carácter de Lucho. Muchas vivencias, demasiadas, comprimidas en media carrera futbolística de color culé.
Su cuesta abajo física (normal, por otra parte) ha empezado. No le falta ni una pizca del carácter y la entrega de antaño, pero ya sale retratado de algunas carreras, sigue sin poner dos roscas seguidas en condiciones y hace tiempo que ya no lanza faltas lejanas. Eso no quiere decir que no pueda seguir jugando a gran nivel a este deporte, pero quizá, bajo otras circunstancias, hace tiempo que habría perdido la titularidad o cambiado de aires. De hecho, se ha intentado: se confiaba en Montoya para que diera el paso adelante necesario. Y después, como quiera que el canterano se durmió y ya no lo dejan despertar, algún genio decidió coger al azar alguno de los falsos informes de Neymar Sr. y fichar a un tal Douglas. Como guinda del pastel, una sanción de la FIFA impide ya remediar a tiempo el desaguisado. La consecuencia: tras tener en verano pie y medio fuera del club después de su temporada más negativa, Alves sale reforzado (Jajaja, ¿entienden el guiño? ¿Eh? ¿Eh?), juega más que nunca y la culerada que le pitaba hace unos meses tiembla cada vez que el brasileño causa baja en el once.
Y en esas estamos ahora, con un canterano de rima fácil buscando una salida, la que sea. Con ese otro con cara de monaguillo inocente que más que futbolista parece el gancho de un programa de cámara oculta de la televisión brasileña en el que le toman el pelo al Barça, víctima tontorrona. Y con una estrella decadente de 32 años que es más noticia por tatuajes y gorras que por tackles o gambetas que, empero, pone ahora sobre la mesa varias ofertas de otros equipos europeos como palanca para exigir una renovación por 3 años sin reducción de sueldo. Liverpool, United, PSG, Dortmund, Juve e Inter son los supuestos pujadores, increíbles en algún caso (algunos se desmentirán en las próximas horas), cebos lanzados en el estanque dorado de Arístides Maillol para ver si Braida pica.
La decisión, de tanto nudo correoso que conlleva, se antoja muy fácil de tomar. O se renueva al jugador o no. En caso de mostrarle la puerta a Alves, la FIFA tendrá al Barça alineando a Douglas hasta Navidad como mínimo (toda vez que remedios sugeridos como el de Bartra o Pedro en esa posición se antojan demasiado experimentales). Y si se decide renovarlo, la lógica impone que salga en verano de 2016 aunque, con ese sueldo, lo acabe haciendo gratis. Este parece ser el curso de acción correcto, que no ideal, porque el ideal hace demasiados meses que se perdió la oportunidad de tomar. A la historia, hermosa y prolífica, de Alves en el Barça le quedan un tira y afloja, una firma con forzadas sonrisas de oreja a oreja, una temporada de fútbol con más o menos brillo y una despedida, ojalá con honores, posiblemente en dirección a Italia.
Dani sí, Dani no, Dani sí, Dani no…