La maldición de Bela Guttman cumple 52 años

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Una vez más, los aficionados del Benfica se han quedado mirando el cielo de una noche de miércoles mientras maldicen entre dientes el nombre de Bela Guttman, el entrenador húngaro que sentenció a los portugueses a no volver a ganar ningún título europeo en cien años tras su despido. El gol de Kevin Gameiro en la tanda de penaltis final condenó a los lisboetas en su octavo intento por romper el mal de ojo.

Guttman, quien se había convertido en entrenador del Benfica en 1960, un año después de hacer campeón de la Liga portuguesa al Oporto, cogía las riendas de una plantilla a la que él añadió a Eusebio y pronto tuvo éxito: ganó la Copa de Europa dos veces consecutivas cargándose al Barça (1961, en la «Final de los postes») y al Real Madrid (1962). Tras semejante hito, Guttman estimó merecido un aumento de sueldo. Sus demandas ante la directiva del Benfica, no obstante, pincharon en hueso. El despechado entrenador acabó por dejar el club, no sin antes pronunciar el terrible sortilegio: «El Benfica no volverá a ser campeón europeo en los próximos cien años».

Desde entonces, «O Glorioso», como se conoce al club en Portugal, ha intentado romper el encantamiento hasta en ocho ocasiones. Al año siguiente de aquellas venenosas palabras, llegaban por tercera vez consecutiva a la final de la Copa de Europa, pero caían 1-2 ante el Milan en Wembley. Dos años después repetían ante otro equipo milanés, el Inter, pero los de Luis Suárez se llevaron el triunfo por 0-1 en San Siro. En 1968, el rival fue el Manchester United de Bobby Charlton, otra vez en Wembley. El empate a 1 de los 90 minutos reglamentarios dio paso a una prórroga que acabó 4-1 para los ingleses.

En 1983, todo el mundo en Lisboa pensó que 20 años habían sido suficientes. Era la final de una competición distinta, además. Se enfrentaban en la extinta Copa de la UEFA al Anderlecht en doble partido. Mas el 1-0 en Bélgica no pudo ser contrarrestado en Lisboa (1-1).

De nuevo en la Copa de Europa, en 1988, el rival era un PSV que no había ganado ni un solo partido desde los octavos de final. Como no podía ser de otra forma, el partido acabó 0-0 y la tanda de penaltis cayó del lado de un equipo holandés que hacía triplete con la Liga y la Copa de su país.

El sexto intento de exorcismo, en 1990, enfrentó al Benfica con el equipo de moda, el Milan de Arrigo Sacchi. El solitario gol de Frank Rijkaard en el minuto 68′ sentenció el partido.

Hubo que esperar al año pasado para gozar de una nueva oportunidad de acabar con la maldición de Bela Guttman. La final de la Europa League les enfrentaba al Chelsea de Rafa Benítez. El 1-1 con el que se llegó al 90 lo rompió Ivanovic en el tiempo añadido.

Anoche, el Benfica quemó su octavo cartucho ante el Sevilla de Emery y una nueva tanda de penaltis acabó con el sueño. Más de medio siglo con la losa de las palabras de Guttman a las espaldas. Siempre cayendo por la mínima, o en los penaltis, o llegando a la prórroga. De haberlo sabido en aquel verano de 1962, a buen seguro que la directiva lisboeta se lo habría pensando dos veces antes de negarle el pan y la sal a aquel entrenador con nombre de actor de película de serie B que, en el espacio de 12 meses, se había merendado al Barça y al Madrid en la máxima competición continental.

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