Gerard Piqué era un excelente central. Si no el mejor, quizás entre los tres mejores de todo el mundo. Aquello sucedió entre 2008 y 2011, en el periodo transcurrido desde su vuelta al club de la mano de Pep Guardiola -tras su exilio voluntario en Manchester donde tuvo un papel entre secundario y terciario- hasta la final de Wembley en 2011, donde aquel equipo alcanzó su cénit futbolístico.
Desde entonces, Piqué decidió ser un profesional del fútbol por horas, decidiendo unilateralmente cuándo debía prestar sus servicios al club -un club que no le paga por horas, sino por dedicación completa- y cuándo deseaba hacerlo a sus otros menesteres (selección española, póquer, conciertos de su esposa, eventos deportivos…). Para ello ha contado con la inestimable ayuda de Pep en su último año, Tito y Roura en la anterior temporada y Tata en la presente, quienes no sólo no han penalizado en ningún momento su dudosa profesionalidad, sino que encima han contribuido plenamente a premiar este nuevo comportamiento.
Y tras los diferentes entrenadores, Zubizarreta y Rosell han aportado su granito de arena al no querer o no ser capaces de incorporar a ningún central en todo este periodo, aún siendo plenamente conscientes ya desde 2011 -cuando Mascherano tuvo que acabar jugando de central el tramo final de la temporada- de que el fichaje de un hombre para esa demarcación era y sigue siendo necesario para el equipo.
Por lo tanto, sin competencia ninguna, Piqué ha ido acentuando su comportamiento como profesional por horas. A sus ausencias en partidos no considerados interesantes para él, le ha añadido ausencias injustificadas en los entrenamientos, y eso ha repercutido en lo que estamos viendo ya sin ningún tipo de disimulo esta temporada: un jugador completamente fuera de forma, superado por cualquier rival con una facilidad pasmosa y hasta con una apariencia física visual sensiblemente distinta a los años en que era uno de los mejores centrales de Europa.
Pero los culpables de este nuevo Piqué, profesional por horas, no están sólo dentro del club. El central catalán goza de una inexplicable sobreprotección por parte de la prensa, donde es imposible escuchar una mínima crítica a Gerard, mientras sobre Mascherano -a quién se le puede discutir su estado de forma actual y puntual, pero no su profesionalidad- recaen unas críticas continuas y exageradas.
Tuvo que ser un twittero, @kantinu, en la tertulia de ayer noche en el programa «Gol a Gol» de Esport3 quien dijera por primera vez en un medio de los considerados tradicionales lo que ya es un secreto a voces: que Gerard Piqué es un profesional por horas que decide cuándo y cómo jugar y entrenar con el club que le paga a tiempo completo, no por horas.
Ver a Gerard Piqué hoy en el circuito de Cheste mientras el equipo juega esta noche en Sevilla partido de Liga, es una imagen dolorosa para cualquier profesional, incluido Bartra. Si un día se marcha, como hizo Thiago, nos preguntaremos por qué.