Todo el circo montado a vueltas con el fichaje de Griezmann por el Barça terminó ayer con un esperpento mayúsculo. En un reportaje de dudoso gusto y contenido forzado, el delantero francés desveló –como se rumoreaba en la prensa de su país desde hace algunos días– que se queda en el Atlético de Madrid.
La decisión deja con un palmo de narices al Barça, a una directiva que dio por hecho (y así lo filtró a la prensa) el fichaje, a un presidente que tomó las riendas de la operación y a una afición que asiste boquiabierta a un nuevo ridículo de su club, el penúltimo tras la espantá de Neymar y la no llegada de Verratti el curso pasado. Lo de anoche tuvo un desenlace con varios protagonistas destacados, diversas dianas a través de las que cada uno canalizará su enfado. Y todos corrieron a apunta a la suya.
Gerard Piqué
Se habla y se hablará mucho del papel de Gerard Piqué en todo el asunto Griezmann. Hay quien le responsabiliza, quien le acusa de reírse del club, quien le afea que no represente al Barça e incluso quien afirma que en una empresa seria (reconociendo así que el club, al menos hoy, no lo es) estaría ya de patitas en la calle.
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Seguramente todos otorguemos a Piqué un protagonismo que no le corresponde. Gerard Piqué no es presidente, director general, secretario técnico ni ejecutivo del Barça. Es un futbolista, un empleado del club. Ni más, ni menos. Sí es propietario de varios negocios, uno de ellos la productora que se ocupó de realizar el docudrama de Griezmann, un espacio que formalmente ofrecía dudas por su impostura pero que ha dejado en fuera de juego a muchos. ¿Qué debió hacer Piqué en este asunto? ¿Negarse a producirlo? ¿Decirle al club que Griezmann se quedaría en Madrid? ¿Mover hilos para desterrar el nombre de Qatar y encontrar un nuevo patrocinador para el Barça? Oh, wait…
El desgobierno
La realidad es que el Barça se queda sin fichaje estrella con la misma velocidad con que cambia una y otra vez su estructura deportiva. Vuelve a quedarse en la inopia como ocurrió en el asunto Neymar, cuando el brasileño comunicó a sus compañeros en la boda de Messi (1 de julio de 2017) su intención de dejar el Camp Nou mientras los directivos estaban en la luna de Valencia.
Viendo los últimos fracasos a la hora de acometer fichajes y los atracos recibidos en los que sí llegaron, uno tiene la terrible sensación de que toda esa caterva de ejecutivos y responsables (estos sí) de construir la plantilla del Barça sirven para bien poco. Han llenado el equipo de mediocridades de las que no pueden librarse y han apostado por algunos nombres de relumbrón (pocos) dignos de la mejor etapa de la portera de Núñez. Pero más allá de eso, se extiende la sensación de que algo ha cambiado para mal en el Barça: ya no seduce a las grandes figuras. Y eso sí es un problema.
La prensa
Nos guste o no, a los periodistas el asunto Griezmann nos ha pillado con el paso cambiado en varios sentidos. Uno, el más evidente y que aquí conocemos por experiencia propia, es que no siempre puedes fiarte de las fuentes, ni siquiera de las que te dan un fichaje por cerrado con la misma convicción con que se lo dijeron al entrenador del primer equipo. Las filtraciones interesadas están a la orden del día en este negocio del fútbol. Las dan los futbolistas, los representantes, los entrenadores, los directivos… Cualquiera que por interés desee sacudir el avispero recurre sin problemas a los medios porque saben que acostumbran a ser el tonto útil. Pero cuando quien te deja con el culo al aire es una fuente de primer nivel no queda más remedio que apechugar y afrontarlo.
Y se puede afrontar de dos maneras: con honestidad, como hicieron profesionales como Sique Rodríguez o Jordi Basté, o desviando la atención. Y ahí aparece la diana favorita de muchos: Gerard Piqué. El central lleva bastante tiempo reivindicando el papel de los deportistas como emisores de información y como dueños de esos mensajes. Y tienen todo el derecho a hacerlo. Por imagen (The Players’ Tribune es un buen ejemplo de ello), para llegar sin intermediarios al público y, sobre todo, porque es un gran negocio. Pero los periodistas no podemos olvidar que el oficio es una cosa tan simple y tan maravillosa como contar cosas y contarlas bien. Y eso es algo que con frecuencia metemos en un cajón, unas veces abducidos por el mercantilismo de los medios, otras por la precariedad laboral y otras porque ____ (rellene lo que proceda).
A todo esto, Griezmann no viene porque no le da la gana. Si eso sirve para que se refuercen las posiciones que realmente necesita el Barça, bienvenida sea su decisión. Ojalá alguien despierte de una vez, enhebre la aguja, reconstruya de una vez un equipo que cada año que pasa es más débil (especialmente en Europa) y logre que los buenos futbolistas deseen de nuevo hacer del Camp Nou su casa.