En defensa de un nuevo Camp Nou

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Más allá del debate futbolístico, existe otro que tanto la junta directiva del Barça como la oposición han comenzado a instaurar de forma interesada entre los aficionados: el futuro del Camp Nou. Se trata de decidir si el actual estadio debe ser renovado -como planteó ya Laporta con el proyecto Foster– o bien si hay que acometer la construcción de un nuevo estadio en un emplazamiento diferente al actual. La junta busca objetivos económicos y políticos, principalmente con patrocinadores, tanto a nivel institucional como individual; la oposición busca réditos electorales intentando aglutinar a aquellos opuestos a la postura de Rosell, conocedores de que la construcción del nuevo estadio puede ser el tema estrella de la próxima campaña electoral.

Sin embargo, si afrontamos este debate desde una postura sólo centrada en quien -en teoría y de momento- es el propietario del club, el socio, la discusión debe ir encaminada en dos sentidos. El primero, que tanto un Camp Nou renovado como un nuevo Camp Nou deben ayudar a que el socio gane en confort en su experiencia semanal en el estadio. El segundo punto clave es que la viabilidad del proyecto no suponga un coste mayor para el socio ni tampoco hipoteque la situación económica y deportiva presente y futura del Barça.

Ese enfoque orientado a la experiencia en el Camp Nou (ya sea renovado o nuevo) es básico a la hora de tomar una determinación, y ahí el socio debe escoger qué tipo de vivencia desea: sólo disfrutar del partido o disfrutar de una experiencia más completa y no sólo centrada en los días que juega el equipo.

Un ejemplo claro y recientemente vivido por la afición culé es el Amsterdam Arena, un modelo claro de complejo encaminado a que los aficionados vivan algo más que dos horas de fútbol. Está ubicado en una amplia zona nueva, con grandes zonas peatonales, comercios de todo tipo, restaurantes, bares, cines, fácil y un rápido acceso por transporte público: metro, tren y autobús. La conjunción de todo ello hace que la diversidad de opciones sea inclusiva, desde quien quiere seguir disfrutando del fútbol como “toda la vida” -cerveza previa o posterior al fútbol y partido, nada más-, a quien quiere acompañar la experiencia del partido con una cena, una tarde de tiendas o una buena película en el cine, pasando por la experiencia familiar en la que una parte de la familia acude al partido mientras la otra tiene una gran variedad de actividades en las que ocupar su tiempo.

Pasar de vivir un simple partido de fútbol a vivir una experiencia que se puede alargar en el tiempo significa también un aumento de los ingresos que dejan de producirse sólo en los días de partido. Esa oferta inclusiva y variada proporciona más confort al socio y a los suyos, pero también un rendimiento económico para el club, que gestionaría directa o indirectamente toda esa zona.

Ese debería ser, por tanto, el principal debate: qué tipo de experiencia para el socio culé de los próximos 50 años queremos construir, sea en el actual emplazamiento o en uno nuevo. Mantener el actual concepto supondría, seguramente, no evolucionar del mismo modo que el resto de grandes clubes europeos que sí han tomado ese camino o están en vías de hacerlo. Cambiar al concepto Experiencia supondrá tener que analizar y estudiar cuidadosamente el coste de inversión y su retorno, así como evaluar el riesgo que toda esta operación supondría para todas las partes.

SI nos centramos exclusivamente en el debate del estadio, el vetusto Camp Nou presenta, a sus más de 50 años, una serie de deficiencias importantes. Inexistentes en sus inicios, claro, pero que en pleno siglo XXI deberían ser subsanadas si queremos un Estadi a la altura del que tienen el resto de clubes de este nivel. Hoy tenemos un estadio donde no están cubiertos todos los asientos, donde los lavabos son tercermundistas y en el que los servicios de hospitality están deficientemente desarrollados. Un estadio cuyos accesos son cada vez más complicados -especialmente en vehículo privado-, donde la cobertura 3G es deplorable y donde la estética da señales de obsolescencia trae a la cabeza una pregunta: ¿merece uno de los mejores clubes del mundo tener un estadio como el que actualmente tiene?

Porque si como club no se adopta una decisión firme al respecto, corremos un riesgo: que nos ocurra con el Camp Nou lo mismo que con la plantilla actual y veamos que, a fuerza de apelar a la nostalgia y al agradecimiento por todo lo que nos ha dado, el Estadio sigue envejeciendo, mientras el resto de equipos de alto nivel construyen nuevas instalaciones que les ayudan a multiplicar sus ingresos y a mejorar la comodidad de sus aficionados.

Renovar el Camp Nou, construir uno nuevo. Ver un partido de fútbol, vivir una experiencia alrededor de un partido. Sea cual sea la solución adoptada, sólo pido que se haga exclusivamente pensando en el bien del club y de sus socios. Pero mucho me temo que en la decisión final pesarán mucho más otros factores.