La semana del fichaje de Frenkie De Jong ha sido también la que ha confirmado una certeza indiscutible: el Barça vive mejor con el balón que persiguiéndolo. Esto, que resulta una evidencia para cualquier aficionado que haya visto los partidos de los últimos 25 años, no parece serlo para quienes se empeñan en confiar la línea media del equipo a futbolistas poco capaces –siendo generoso– de dar tres pases seguidos.
El partido de Girona ha significado una victoria más para el equipo de Valverde, pero también un ejemplo de que no a todo el mundo le resulta fácil encajar en un modo de jugar como el del Barça. Si futbolistas con una clase indudable como Ibrahimovic no lo lograron, ¿por qué nos empeñamos en confiar una y otra vez en que lo harán otros con menos calidad como Arturo Vidal? Es más, ¿por qué se confía una y otra vez en el chileno para una labor, la de creación, para la que no sirve?
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Hoy, en Montilivi, Arthur Melo saltó al terreno de juego y el partido terminó. Se hizo con el balón y acabó con los apuros que el Barça estaba sufriendo. Y sufría ante un equipo con diez jugadores que llegaba una y otra vez al área sin que los centrocampistas barcelonistas fueran capaces de esconder la pelota y mucho menos de moverla con el ritmo, la velocidad y la pausa –que también cuenta– que pedía el equipo.
Vidal lucha, corre y se esfuerza, nadie va a negar eso. Pero también da la sensación de no saber realmente dónde está. En defensa es grave, pero aún lo es más en la fase de construcción. La baja forma de Busquets y Rakitic puede ser un atenuante, pero no es menos cierto que tanto el de Badia como el croata saben qué tienen que hacer en todo momento. Vidal no. O al menos, no todavía.
Habrá quien recurra a los equipos donde ha jugado Vidal o incluso a la confianza que en él tenía Guardiola en sus tiempos del Bayern, pero los hechos acaban por desmontar cualquier teoría indulgente. Cuando Arthur Melo está en el campo, sus compañeros saben a quién darle el balón; cuando es Vidal quien debe sacarlo jugado, en cambio, se detecta cierta desconfianza. Seguramente no de forma consciente, pero existe. Y no hay más que ver los partidos.
A punto de encarar los choques que decidirán si el Barça avanza o no en los torneos de eliminatorias y con el fracaso de Roma pesando más de la cuenta en subconsciente culé, es hora de tener claro cuál es el método que tradicionalmente ha llevado al equipo al triunfo. Un método que se ha caracterizado por dominar el balón y por imponer un estilo al juego del rival. Un método que reafirme a De Jong que no ha equivocado la elección. Un método, en definitiva, donde Arturo Vidal pueda caber como recurso, pero nunca como eje.