El regreso de Gerard Piqué

Poco a poco, Gerard Piqué vuelve a asemejarse al enorme futbolista que conocimos tras su regreso de Manchester. El central que con Guardiola se convirtió en uno de los mejores jugadores en su puesto, parece haber superado una crisis de juego y forma física que le ha tenido en la picota durante dos temporadas largas.

Durante años, la necesidad de incorporar defensas centrales al equipo ha sido un clamor entre el barcelonismo. La pasividad de la secretaría técnica del club durante varios cursos se convirtió en una fuente de nervios entre los culés, que veían como temporada tras temporada, el recurso más utilizado por los diversos entrenadores era colocar en el eje de la zaga a Mascherano, algo que Guardiola hizo por necesidad y que, a fuerza de ofrecer rendimiento (aunque no siempre tan alto como muchos piensan), se convirtió en costumbre.

Retirado Puyol, semi-marginado Bartra, lesionado Vermaelen y con Mathieu alternando la cal y la arena para desesperación del culé, el renacimiento de Piqué era más necesario que nunca.

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Gerard Piqué vuelve a ser el que era.

En la pretemporada, Gerard Piqué reconoció que llevaba tiempo sin rendir bien y que trabajaría para recuperar el tono. Sin embargo, no empezó bien y tuvo que ver varios encuentros desde el banquillo y, en ocasiones, también desde la grada. Y cuando muchos habían perdido la fe, Piqué emergió. Lo hizo poco antes de Navidad y ha mantenido su rendimiento al alza en lo que va de 2015.

El central catalán se encuentra físicamente bien y eso se nota. Lo nota él, que gana una y otra vez la partida a los delanteros rivales, y lo percibe también el equipo, que vuelve a ver en Piqué a aquel central espigado y rápido, bien colocado y casi infranqueable en el uno contra uno.

Piqué aporta salida del balón, fundamental en la fase de construcción del juego, y más aún en un equipo en el que, por culpa de la verticalidad, los centrocampistas desempeñan un alarmante papel de espectadores. Lo sufre Busquets, lo padece Iniesta y sólo Rakitic parece tomarle el pulso a una forma de jugar a la que estamos poco habituados. Y ahí, como contrapartida, es donde se impone la singularidad de Gerard Piqué, un tipo capaz de defender y de aportar seguridad a la hora de construir.

Piqué ha vuelto. Defiende, manda, golea y se anima con aquellas incursiones en ataque que levantaban al público del asiento no hace demasiado tiempo. Le ha costado, pero ha retomado la senda correcta. De que siga por ella dependerá, en gran medida y con permiso de Messi, que el Barça siga rindiendo y mostrándose sólido.

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