El infierno de Cuenca

El profundo cambio que se está produciendo en la plantilla del Barça se ha llevado por delante, también, a Isaac Cuenca, un canterano que en tres años escasos ha pasado de ser considerado una maravilla a un apestado, de ser el mejor sucesor, futbolístico, de Figo a un inútil, de ejemplo de trabajo con las categorías inferiores a fracaso.

Apenas cumplidos los 23 años, la carrera del extremo catalán da la sensación de que está más a final de camino que a principio. Martirizado por las lesiones, su salida del primer plano, sin embargo, vino acompañada de episodios cuanto menos extraños, pasando de promesa a acomodado, de atrevido a caradura, de ambicioso a conformista. Incluso se dijo de él que la fama, efímera, le había descentrado y hundido. Y en todo ese tránsito, pocas, muy pocas veces, se ha podido leer o escuchar una palabra de ánimo desde el propio vestuario. Extraño. Mucho.

La última imagen de Isaac Cuenca que viene a la memoria como futbolista del Barça le retrata abandonando en coche el Camp Nou, pocas horas después de perder el equipo la Liga frente al Atlético de Madrid en mayo y dedicando una peineta a los aficionados que esperaban a los jugadores para recriminarles la forma en que se había perdido la Liga. El, invisible a ojos de Martino, quedó retratado como si de un culpable se tratara. Menudo final…

Y sus últimas noticias le devuelven al primer plano, coincidiendo con su fichaje por el Deportivo de La Coruña, recriminando en primera persona a «algunos» de sus ya ex compañeros en el Barça. «Hay gente que parece muy buena pero cuando las cosas van mal no lo son tanto», disparó con unas declaraciones extrañas a Catalunya Ràdio, confirmando esa sensación de que su relación con buena parte del vestuario azulgrana no era la mejor.

A Cuenca, cuya trayectoria en la cantera del Barça (comenzada a los 12 años) no tuvo la continuidad de otros, le catapultó al primer plano de manera sorprendente Guardiola en octubre de 2011. Después de ser despedido por Luis Enrique en el filial un año antes y completar un excelente curso con el Sabadell en 2ªB, el extremo volvió al filial, ya con Eusebio al frente, y de sopetón el entonces entrenador del primer equipo le dio la oportunidad en un partido de Champions, en octubre, frente al Viktoria Plzen.

Lo que podía parecer un brindis al sol fue el comienzo de una trayectoria fulgurante en la última campaña de Pep en Barcelona por cuanto el extremo completó 33 partidos mostrándose como un jugador de primer nivel, con un regate muy brillante, buena visión y mejores centros que auguraban un excelente futuro. Y, sin embargo, ese ascenso se truncó de manera absoluta a final de curso.

Apenas comenzar, ya con Tito Vilanova, la siguiente temporada sufrió una lesión de rodilla y el nuevo entrenador, apuntado como uno de sus valedores, no pudo contar con él. Pasados los meses y ya recuperado se estimó conveniente cederle al Ajax en una extraña decisión que acabó siendo fatal. Vuelto a lesionarse, su papel en Holanda fue poco menos que testimonial, jugando solamente cuatro partidos. Y de vuelta a Barcelona, ya con Gerardo Martino al frente, su derrumbe y desaparición de la escena fueron absolutos.

Con el alta médica, parecía seguir lesionado. Mientras el entrenador argentino elogiaba a Afellay (el otro lesionado), ninguneaba a Cuenca con frases enigmáticas que insinuaban un pasotismo que en nada ayudaban a su recuperación y mientras transcurría la temporada, el catalán iba hundiéndose en la nada. Su ostracismo llegó hasta el punto de que cuando el Tata decidía convocar a toda la plantilla, él quedaba fuera de la cita. Y que ni tan solo era bien recibido en el vestuario.

Acabado el curso, su nombre destacaba solamente por una cosa: sobraba en el Barça. Del Isaac Cuenca elogiado por los medios dos años y medio antes no quedaba rastro. Da la sensación que ni se despidió de sus compañeros y que de nada sirvió que en su momento proclamase su intención de recuperar el tiempo perdido. Anunció su deseo de cumplir el año que le quedaba de contrato y recuperar el crédito… Pero siendo Luis Enrique el nuevo entrenador se adivinaba imposible al recordar que fue el asturiano quien en su día le cerró las puertas del filial.

«El juego de posición hay que trabajarlo mucho, cada semana, para que no se olvide. Con Guardiola lo hacíamos pero con otros no» dijo en una entrevista a Ràdio Barcelona el pasado 26 de junio, donde descubrió que la intensidad de los entrenamientos en este último curso no fue la mejor. «Ha habido fases de la temporada en la que los entrenamientos quizás no han sido tan intensos. Cuando creíamos que habíamos perdido las opciones en la Liga, por ejemplo, el ritmo en los entrenos bajó y luego volvió a subir». Palabras que, sin duda, no debieron ser bien recibidas por sus ya ex compañeros.

Quizá es por ello que Cuenca se marcha en silencio. Acabó rendido a la realidad y cuando vio la oportunidad de resarcirse en el Deportivo aceptó la rescisión de su contrato con el Barça. En A Coruña, por lo visto, quieren probarle y por eso solo le ofrecieron una temporada de contrato y él, seguro de si mismo, aceptó sin pestañear.

Dos años y ocho meses después de aparecer por el Camp Nou como un nuevo éxito del fútbol base, el extremo se marcha de mala manera. Deja el Barça por la puerta de atrás sin que nadie recuerde ya sus requiebros, sus centros ni ese fútbol que tanto prometía. Es el mismo destino que se le adivina a Cristian Tello, pescado en el Espanyol en 2010, a quien Guardiola catapultó un mes y medio después que a Cuenca y que hoy prepara las maletas por no entrar en los planes de nadie.

 

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