Cuando parecía que el final de la pesadilla estaba cerca, ahora que los socios del Barça van a escoger nuevo presidente después de descabalgar al anterior, las consecuencias de los nefastos mandatos del barto-rosellismo se han vuelto a dejar ver.
La detención del expresidente Josep Maria Bartomeu, de los ejecutivos Óscar Grau y Gómez Ponti y del exasesor Jaume Masferrer dejan en evidencia el solar ético en el que los dos últimos presidentes han convertido al Barça.
La investigación del caso Barçagate –un escándalo destapado por Ser Catalunya hace ahora un año que más de un periodista corrió a calificar de invento– ha pasado por varias fases en estos meses, entre ellas la prórroga del secreto de sumario en varias ocasiones y las sospechas de la falta de colaboración con la justicia desde el seno del club.
Desde el mismo momento de desembarcar en la presidencia del club en 2010, la dupla Rosell-Bartomeu se marcó como meta acabar con cualquier cosa que tuviera el más mínimo rastro de sus predecesores. El primer gesto –simbólico, si quieren– trajo consigo la devolución de la insignia de Presidente de Honor que la junta de Joan Laporta concedió a Johan Cruyff; el segundo, perpetrado en una asamblea que pasará a la historia como la asamblea del odio y el rencor, destapó la verdadera cara de los directivos al someter durante años a la junta anterior a una acción social de responsabilidad de la que únicamente la justicia les libró.
Y a partir de ahí, el caos. La condena al club por dos delitos fiscales, el atosigamiento hasta el hastío del mejor entrenador del mundo (incluso cuando ya no estaba), la retahíla de ¿incomprensibles? fichajes para el filial, los millonarios dispendios en jugadores que jamás encajaron, el alza sin rubor del coste de un Espai Barça que poco tiene que ver con el que aprobaron los socios y que, para más inri, aún no ha comenzado cuando ya debería estar acabándose… La lista es tan larga que provoca vergüenza ajena.
El Barçagate fue ya el último giro de tuerca. Facturas presuntamente sobredimensionadas y fraccionadas para no pasar filtros, dinero destinado a crear cuentas en las redes sociales para atacar a precandidatos y jugadores propios y vaya usted a saber qué otras cosas han provocado que el Juzgado número 13 de Barcelona ordenara el registro de las oficinas del club y de los domicilios de Bartomeu y Masferrer.
La justicia determinará qué ha ocurrido en un asunto que todo el mundo habría ignorado de no ser por la tenacidad de los compañeros de Ser Catalunya y la posterior denuncia de un grupo de socios. Mientras tanto, la imagen del Barça sigue cayendo en picado en todo el mundo, tanto que hasta algunas cadenas de comida rápida han hecho sangre con el tema.
Los socios tienen el domingo la oportunidad de dar un giro a la situación y acabar con las tácticas directivas que son más propias de la familia Corleone que de un club que siempre ha presumido de ser mucho más que eso.