El Barça de Piqué supera el primer día sin Messi

Regresó el público al Camp Nou casi un año y medio después. Poco, por cosas de los protocolos COVID y, por qué no decirlo, por el bajón que ha supuesto la pérdida del mayor icono de la historia reciente del Barça. Pero volvió para ver, como en los últimos años, una victoria local (4-2 ante la Real Sociedad) en el encuentro inaugural.

No va a ser fácil para el equipo de Ronald Koeman esta temporada. Tendrá que intentar tejer con los mimbres que le den el mejor cesto posible, uno que trate de sacar de la depresión en la que está sumido el barcelonismo desde el adiós de Leo Messi.

El inolvidable e irrepetible argentino no está, pero la tozuda realidad insiste en que once futbolistas vestidos de azulgrana salten al campo a competir. Y vaya si lo hicieron. En apenas dos minutos, Memphis –brillante en casi todas su acciones– y un Griezmann más libre que nunca ya habían comenzado a afinar la puntería. El francés, que en el primer cuarto de hora remató hasta en tres ocasiones, sabe que su momento es ahora y, sobre todo, que tiene luz verde para moverse por donde le apetezca.

Pero fue Piqué, el verdadero protagonista de la semana (Messi aparte), quien abrió el marcador al rematar un lanzamiento de falta milimétrico de Memphis, un neerlandés a quien le bastaron unos minutos para meterse al público en el bolsillo.

El Barça manejaba el encuentro a su antojo y solo a partir de la media hora, tras la pausa para la hidratación, pudo la Real Sociedad sacudirse algo ese dominio, aunque sin crear peligro. Se estiró algo más el equipo vasco, pero el Barça respondía con una verticalidad en la salida pocas veces vista, fruto de la velocidad –en ocasiones atolondrada— de Braithwaite. El delantero danés, cuyo apellido aparece en todas las quinielas para abandonar el club, fue el encargado de anotar el segundo gol al filo del descanso, cuando recibió con un fuerte cabezazo un excelente centro de Frenkie de Jong.

La segunda parte comenzó con algunos síntomas de cansancio en el Barça, una fatiga que pareció desvanecerse cuando Memphis habilitó a Jordi Alba y el lateral, abucheado en los prolegómenos del partido, rememoró su jugada de siempre y puso un centro que, despejado por Remiro, acabó en la bota de Braithwaite, quien marcó el 3-0 y su segundo gol de la noche.

Parecía que bajaba los brazos la Real Sociedad cuando Koeman dio entrada a Emerson y Sergi Roberto para que descansara Frenkie de Jong. El técnico regaló unos minutos a Araujo y Nico González en un partido que sirvió para descubrir lo que Memphis promete y la excelente coordinación de Èric Garcia con Gerard Piqué en el eje de una defensa más ayudada que nunca por el resto del equipo.

Pero como la tranquilidad en Can Barça es una mera utopía, algo tenía que ocurrir. Un fallo de Emerson permitió a Lobete inaugurar el marcador donostiarra y apenas tres minutos después, Oyarzábal quitaba las telas de araña de la escuadra izquierda de la portería de Neto con un magnífico lanzamiento de falta. Quedaba apenas un suspiro y cinco minutos de tiempo añadido y se cernía sobre el Camp Nou la sombra de aquel a quien ha mirado un tuerto.

Y entonces apareció Antoine Griezmann para armar una contra, abrir el balón a la derecha para que Braithwaite ampliara sus estadísticas con una gran asistencia para que Sergi Roberto transformara los pitos iniciales en aplausos. Era el 4-2 que cerraba el partido.

Regresó el fútbol al jardín de Messi. Volvió a rodar el balón sobre un césped que jamás pensó que cambiaría de dueño. Pero lo hizo. Y el primer día –a mediados de agosto, con calor y en el inicio de la Liga, sí– el propietario fue el equipo. Habrá que acostumbrarse a ese fútbol cooperativo. No queda otra.

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