Cerró el Barça la temporada en el Camp Nou con un nuevo ridículo y muchas incógnitas. Cuando De Burgos Bengoechea indicó el final del encuentro, nadie estaba en condiciones de saber si el árbitro vasco había pitado el último de Messi el templo blaugrana o la última aparición de Ronald Koeman en el banquillo local.
Ajeno a eso, pese a la reivindicación de su trabajo en la rueda de prensa de la víspera, el técnico holandés insistió en el esquema que le ha permitido ganar una Copa del Rey y llegar la penúltima jornada aún vivo. Con Mingueza en el B, Araujo, Piqué y Lenglet ocuparon los tres puestos del eje de la zaga, dejando para Jordi Alba y Dembélé los costados.
En la que debía ser una tarde de radio, el Barça arrancó bien y moviendo rápido el balón, algo que duró apenas 25 minutos, el tiempo que tardó en juego en acompañar el tono cada vez más gris de la tarde barcelonesa. Cuando parecía que el Barça se diluía y que el Celta seguía en Vigo, un centro templado de Sergio Busquets encontró la cabeza de Leo Messi para adelantar al once de Koeman en el minuto 28.
Parecía que el campo comenzaba inclinarse hacia la portería de Iván Villar cuando Santi Mina, en la primera llegada de su equipo, empataba de chut colocado desde la corona del área ante el que Ter Stegen, tapado por Piqué, hizo la estatua. Una llegada, un gol. El eterno pecado de las últimas semanas del Barça, romo en ataque y tierno en defensa.
En el descanso, Koeman sentó a Pedri para dar entrada a Riqui Puig, ignorado durante prácticamente toda la temporada y recurso de urgencia para desatascar el resultado. El de Matadepera imprimió una marcha más al juego del Barça e incluso pudo desnivelar el marcador tras un centro de Dembélé que el portero solo acertó a despejar.
No encontraba el punto el Barça y el entrenador holandés decidió volver al 4-3-3 sacando del campo a Piqué y colocando en el lateral a Sergiño Dest. Y, de repente, la Liga dio un vuelco con el gol de Nacho para el Real Madrid y el de Osasuna en el Wanda Metropolitano, que en ese momento habría dado opciones al Barça en caso de ganar su partido.
Pero como ante el Granada, el Atlético o el Levante, el Barça no solo no pudo, sino que encajó el 1-2 cuando ya jugaba con diez jugadores por expulsión de un Clément Lenglet que coronaba así una temporada para olvidar.
Sin opciones ya, llega el momento de las decisiones. Joan Laporta y su junta deben decidir no sólo quién ocupará el banquillo del Camp Nou, sino qué ocurre con una plantilla mal hecha y peor renovada y que, por obra y gracia de sus antecesores, lastra la economía del club. Es hora de poner las cosas en su sitio y determinar cuál va a ser el Barça van a disfrutar o sufrir en los próximos años unos aficionados que verán desde el sofá cómo Atlético y Real Madrid se disputan el título en la jornada 38.