El interés de la dirección deportiva del FC Barcelona y su cabeza visible, Andoni Zubizarreta, por traspasar a Dani Alves no es nada nuevo. Hace casi un año, en plena era Martino, ya se decidió que el matrimonio del club con el brasileño tendría que llegar a su fin, como muy tarde, en junio de 2014. Si acaso, durante el Mundial. Sin embargo, hoy día, cuando faltan menos de dos semanas para el comienzo de la temporada, el jugador se entrena con el resto de sus compañeros como si nada. Como si nada… o no tanto.
Aunque no se adivine de puertas hacia afuera, existe una crispación contenida tanto en el club como en el entorno de Alves. Para el primero, la decisión no ha cambiado: el lateral no entra en los planes, como ya ha dicho Luis Enrique en privado, y tiene prisa por solucionar el caos de la banda derecha, donde el fichaje del recambio tampoco acaba de cuajar. La directiva tiene la sensación de haber perdido el tiempo y dinero, pues los 10-15 millones de euros que pretendía obtener no han sido ofrecidos por ningún otro equipo, hasta el punto de que Zubi se daría con un canto en los dientes si tan solo pudiera encontrar a alguien que le pagara el sueldo al carrilero.
Y es que el principal problema es ese. Hoy día no es tan complicado para los clubes punteros encontrar el dinero necesario para acometer casi cualquier traspaso (si hace falta, se venden medio millón de camisetas en 10 minutos y listo), pero el asunto del salario es harina de otro costal. Es muy difícil justificar delante de tu afición, tus socios, tu junta directiva e incluso el resto de tu plantilla el tener que pagarle 7 millones de euros limpios a un defensa de 31 años que ya lo ha ganado todo y con síntomas de irregularidad en su juego. El entorno de Alves no halla quien mantenga sus aspiraciones económicas, por lo que él también parece atrapado sin salida en el club azulgrana. Ni siquiera esperar a la finalización de su vinculación con el Barça en 2015 le garantiza poder firmar un último gran contrato con nadie.
De momento, y mientras su representante busca y rebusca compradores, el brasileño se entrena para recuperar el nivel que le encumbró como el mejor lateral del momento hace unos años. En el horizonte espera vislumbrar un equipo inglés que le permita su ambición de probar la Premier, pero hasta el momento solo entrevió, fugazmente, la posibilidad de vestir de neroazurro en Milan. Agua de borrajas, al final.
Nadie admite desde el club que quieren sacárselo de encima. Zubizarreta no quiere contestar ninguna pregunta sobre Cuadrado y tira balones fuera con el affaire Alves. El tumor del lateral derecho crece y crece y nadie sabe a ciencia cierta en qué acabará. Mientras tanto, el nuevo entrenador del primer equipo no sabe si contará con Alves, con Cuadrado, con Montoya o con vete a saber quién en una posición clave, dado ese posible plan B con un 3-4-3 con carrileros ofensivos que se adivina en su libreta. El enredo que vive el club con este tema perjudica la preparación de la plantilla en un año de transición que será durísimo para todos por la exigencia de títulos.