Barça: cuestión de horas

Han pasado casi seis meses desde Luis Enrique anunciara que no continuaría siendo el inquilino del banquillo del Camp Nou. La antelación del anuncio fue alabada por muchos porque daba al club margen de maniobra para buscar sustituto y para diseñar el mapa de incorporaciones y bajas, pero ha servido de bien poco y el verano de 2017 será recordado en el Barça como el periodo en que se redefinió la palabra ‘ineptitud’ aplicada al mundo de los fichajes.

El mismo Robert Fernández que afirmaba en abril que “el futuro técnico aún no sabe que lo será” se quedaba sin algunas de sus atribuciones cuando Josep Maria Bartomeu decidía designar a Josep Segura como Manager General. El nombramiento dejaba traslucir cierta desconfianza con el valenciano, pero los resultados del trabajo de la dirección deportiva desde entonces han sido un curso acelerado de cómo no se debe negociar un traspaso.

Sin desperdicio

Un breve repaso a las incorporaciones pone los pelos de punta. 30 millones por Semedo es una apuesta que, tal como está el mercado, puede incluso aceptarse a tenor de los precios que se manejan y de lo que ha mostrado hasta ahora el portugués. También lo son los 12 millones de la recompra de Gerard Deulofeu, aunque uno tiene la impresión de que esa compra buscaba recolocar al extremo en otro equipo.

Lo que es verdaderamente ridículo es la incapacidad para rebajar un solo euro en el fichaje de Paulinho después de semanas de negociaciones con un club chino o las declaraciones de Segura diciendo en más de una ocasión que Dembélé y Coutinho estaban cerca, acostumbrados como estábamos a que las negociaciones no se transmitían en directo. Resultado: 105+40 millones por el francés, cerrazón total del Liverpool en el caso del brasileño, cadáveres deportivos por el camino como los de Seri –que sigue en Niza sin entender nada desde que el Barça filtró que se descartaba “por razones técnicas”– y Verratti o calabazas como las de Ceballos, que prefirió volar a Madrid como en su día hiciera Asensio mientras aquí se presentaba a Douglas.

El latiguillo: cuestión de horas

Puede entenderse que la marcha de Neymar a principios de agosto, presuntamente comunicada a la directiva, conmocionara a los ejecutivos del club, pero queda fuera de toda duda que dejó patente la inexistencia de planificación alguna. Con el bagaje negociador de Bartomeu como estandarte, la seguridad al 200% de Mestre y 222 millones (ya unos cuantos menos) en el banco, el Barça va dando palos de ciego mientras comprueba que las puertas se le cierran con tozuda insistencia en los hocicos y es incapaz de librarse de futbolistas que no cuentan y cuyo máximo exponente –que no único– es Arda Turan, fichado con alevosía y nocturnidad por la Junta Gestora en pleno periodo electoral.

Faltan poco más de 10 horas para que cierre el mercado veraniego para el Barça. Todo este circo de incompetencia, jaleado por parte de una prensa que ha bailado al son de la filtración interesada y que incluso prepara al personal por si finalmente no llegara nadie, está a punto de cerrar un nuevo episodio. Ahora sí, es cuestión de horas. Temblemos.

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