Aquí paz y después gloria

El equipo vivió durante años del club, sobre todo en la derrota, cuando la grandeza del Barça se alimentaba precisamente de ser més que un club, eslogan que ha hecho fortuna en el mundo. A pesar de contar con décadas deportivas importantes, especialmente en los tiempos de Pepe Samitier y del plantel de Las Cinco Copas, la entidad azulgrana siempre tuvo un gran poder social. Aunque se pueda discutir sobre su victimismo, no se duda de la capacidad de convocatoria, movilización y vertebración barcelonista en Cataluña. La causa culé tuvo además la fortuna de contar con un relato excepcional para su divulgación como el de Manolo Vázquez Montalbán.

Los éxitos futbolísticos se sucedieron a partir de la llegada de Johan Cruyff, han tenido continuidad con Pep Guardiola y Tito Vilanova y pueden revalidarse con Tata Martino. No es que el equipo haya dado con una fórmula ganadora sino que presume de tener una manera de entender el fútbol, simbolizada en la escuela de La Masia, que es garantía no solo de su personalidad singular sino también de competitividad con permiso de los rivales. Aunque el estilo no da triunfos, y menos si no evoluciona, proporciona confianza, autoestima, estabilidad y un plan: todos los equipos de la institución juegan igual o de forma parecida.

El barcelonismo tiene un gusto futbolístico tan especial que a menudo se dice que le pierde la estética, como a los catalanes. No es nuevo sino consustancial al club desde su fundación. La vocación europeísta de Joan Gamper quedó constatada incluso en los partidos amistosos por Navidad. Y tanto o más decisiva resultó la aportación táctica de Laureano Ruiz y Rinus Michels en los 70. Ocurre que cuando a los éxitos se les da paternidad se despierta el carácter cainita del Bacelona, un defecto a corregir cuando en la victoria se han juntado el equipo y el club.

Ahora que se ha aprendido a disfrutar de la victoria después de saber resistir en la derrota, el reto mayúsculo del club sería restituir el honor de cuantos han participado de ambas trayectorias, igualmente decisivas en la construcción del ideario barcelonista. Nada resultaría más terapéutico que trazar el hilo conductor del barcelonismo desde Platko hasta Neymar, a partir de Paulino Alcántara hasta Messi, desde Gamper a Xavi. La reconciliación pasa por reparar no en cuantos títulos ha dejado cada jugador al Barça sino en su contribución al fútbol mundial después de formar parte mucho o poco de la familia azulgrana.

No hay una figura que exprese mejor tal reivindicación que la de Maradona. A veces parece como si una parte del barcelonismo estuviera interesada en ignorar, y hasta negar, que uno de los mejores del mundo ha militado en el Barça. Igualmente pasa con celebridades como Ronaldo. Tampoco se presume de figuras como Luis Suárez. Ya se sabe también que no hay muy buena sintonía actualmente con Cruyff ni tampoco son excelentes las relaciones con Guardiola. Hay un empeño sorprendente en cada directiva de marcar territorio, renegar del pasado, como si se alternaran dos almas opuestas en el mando del Barcelona.

No se trata de ser magnánimo o egoísta, ni de asumir o repudiar, sino de participar del ritual común del fútbol sin perder personalidad. Alcanza con visitar el Arena Amsterdam y contemplar la historia ajaccied sin atender a prejuicios, sin distinguir los fieles de los traidores, y reparar en cuantos dejaron huella. Los jóvenes del Ajax se impregnan de los murales que recuerdan la leyenda del club de Amsterdam. Incluso la edición de noviembre de la revista Champions resumió en un gráfico memorable la influencia mundial que ha tenido un personaje como Cruyff. Quizá sería un buen punto de partida para el Barça.

El mural de Cruyff es aplicable a Maradona y a Kubala, a Messi, a las hazañas de cuantos han edificado la grandeza del Barcelona. No se trata solo de tener el museo más visitado del mundo sino también el más emocionante porque cuantos vistieron en su día la zamarra azulgrana se sintieran partícipes y cómplices de su vida centenaria, sin echar cuentas ahora en que los números cuadran con los sentimientos, tiempo en que sobran las revanchas y el resentimiento. El día en que el Barça vaya a buscar a Maradona cuando llegue al aeropuerto de El Prat para que se sienta como en casa puede que se empiece a escenificar la paz y la gloria.

Ramon Besa es periodista y Jefe de Deportes de El País en Catalunya.

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