Abidal y el legado de Robert Fernández

Eric Abidal, a quien durante las elecciones a la presidencia del Barça en 2015 desde la candidatura de Josep María Bartomeu llamaron Florero por participar en los comicios como secretario técnico en el equipo de Joan Laporta, es al cabo de tres años el secretario técnico elegido por el presidente del Barça para suceder a Robert Fernández.

El valenciano, que había perdido la confianza del club hace meses por fichajes que en buen número habían sido realizados en circunstancias muy especiales, se sabía condenado pero siguió desempeñando su labor con la misma discreción y frialdad que siempre. Si ficha Griezmann o/y si llega Lenglet habrá que poner en su mochila la responsabilidad… Por más que, al tiempo, quedará borrado del asunto.

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¿Abidal? Apenas anunciarse su fichaje y conociéndose que su experiencia es igual de nula que en 2015, se ha dado por hecho que más que un secretario técnico al uso será un enlace entre el vestuario y los ejecutivos del club, una suerte de interlocutor extraoficial y que oficialmente tendrá la compañía de otro secretario técnico (se sigue hablando de Ramón Planes) para, sin embargo, mantenerse por debajo del mando de Pep Segura, quien si no cambian mucho las cosas en las próximas semanas mantendrá su papel de máximo responsable en el área deportiva.

A partir de ahí, para bien o para mal, puede considerarse que todos los cambios estarán dirigidos para que poco o nada cambie a no ser que la tan predicada apuesta por la cantera pase de ser un falso anuncio, como en los últimos años, a una realidad que, a la vista del funcionamiento del club se antoja cuanto menos dudosa.

El plan

¿Cuál es el desempeño, en el Barça, del secretario técnico? Teniendo en cuenta que debería ser un Director deportivo, la realidad no es esa. Depende del manager deportivo, Segura, y también del vicepresidente deportivo, Jordi Mestre… Con el propio presidente Bartomeu en último caso.

A Robert, con este escenario, se le multiplicaron los mandos y quedó en los dos últimos años como una suerte de ojeador que rendía cuentas a lo que se le pedía. Si entendió en su día que el mejor relevo para Jordi Alba se llamaba Grimaldo, tuvo que ceder al mando de todos los demás porque el entrenador del momento no quiso al canterano y debió fichar un suplente para el lateral catalán. Ahí llegó Digne, tan correcto en su función como extraño de cara al público.

¿Alcácer? Fichar un delantero que rindiera lo poco que iba a jugar porque el entrenador no creía ni en Munir ni en Sandro. Un jugador de futuro pero condenado al segundo plano. El elegido por Robert fue Gabriel Jesús, pero el club consideró un disparate pagar los 30 millones que acabó pagando por Alcácer porque ni Gameiro ni Vietto aceptaron ese rol secundario que el brasileño sí asumía de entrada.

Robert acabó fichando las piezas que se le exigían desde la dirección porque la dirección entendió que en la búsqueda de la excelencia no cabían pruebas con canteranos y sin entender la dificultad de fichar a jugadores dispuestos, como hizo Umtiti, a esperar su momento. O como CillessenAndré Gomes, probablemente el futbolista que más le haya penalizado.

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A Dembélé, por ejemplo, lo tuvo atado en el verano de 2016, procedente del Rennes y por los 15 millones que acabó pagando el Borussia Dortmund, pero diferencias con el agente acabaron por echar por tierra un fichaje que al cabo de un año multiplicó por 7 su valor. Pero para entonces, al comienzo de la temporada que ahora acaba, la figura del secretario técnico ya era señalada por más que en asuntos económicos no fuera quien decidiera.

Los 100ypico millones del francés se le cargaron a él de la misma manera que ocurriría con Coutinho, a quien se quiso fichar deprisa y corriendo en enero por más que su trascendencia no fuera imprescindible al no poder jugar en Europa.

Los otros

Denis Suárez fue un fichaje “prácticamente obligado” porque el Barça debía hacer efectiva su opción de compra por 3,5 millones de euros o perdía sus derechos sobre él. Y el gallego venía de jugar 48 partidos, 36 como titular y con un muy buen rendimiento en el Villarreal. Su papel en el Barça ha quedado lejos de lo esperado, cierto, pero mantiene un cartel que ya querría el club tuvieran otros.

La de Gerard Deulofeu fue una apuesta del propio club, aceptada por Robert y Valverde, por su condición de canterano y el impacto mediático que mantenía alrededor del Camp Nou. Y salió cruz como no pocos sospechaban.

Nelson Semedo llegó para ocupar la plaza de Dani Alves por cuanto a Sergi Roberto no se le consideraba, en su momento, apto para ser el lateral titular. Fijo con la selección portuguesa, fue el elegido en primer lugar por el secretario técnico, quien siempre ha defendido su papel en el Barça cuando los entrenadores han contado con él… Probablemente menos de lo que cabría esperar teniendo en cuenta su precio de fichaje.

Paulinho fichó después del culebrón Verratti, por más que el parecido entre ambos fuera discutible, y tras una extraña operación que se cerró y se descartó con el Niza por Seri, elegido por Robert y desechado porque… Nadie lo explicó. El brasileño fue el elegido final, entendiéndose que su incansable trabajo en el centro del campo y buena llegada le convertía en la pieza adecuada. ¿El precio? El que marcaron los chinos y aceptó pagar el Barça.

Con Yerry Mina el secretario técnico calla y acepta… Por más que es un secreto a voces que con el colombiano no tuvo nada que ver y que el suyo fue un fichaje impuesto por el manager general y apoyado por quienes, desde los despachos, aceptaron la espantada de Mascherano a mitad de temporada contra su opinión y la del entrenador.

El legado de Robert Fernández

¿Y el entrenador? Ernesto Valverde fue la elección directa y personal de Robert Fernández, quien en cuanto conoció, allá por diciembre de 2016 la muy posible marcha de Luis Enrique comenzó a trabajar su fichaje. Cuando en marzo de 2017 el asturiano anunció públicamente que se iba Valverde ya era el elegido y prácticamente estaba convencido por el secretario técnico.

Robert Fernández se marcha siendo trascendental, para lo bueno y para lo menos bueno, del Barça que quedará para el futuro inmediato. Respetado y estimado por el vestuario y especialmente por el entrenador, hay que agradecerle su relación con Umtiti para entender el desbloqueo de su renovación.

Tanto como para imaginar que será, si se concretan, el responsable personal en convencer a Griezmann y/o Lenglet de su fichaje por un Barça que este jueves le despidió con una frialdad que no mereció. Ni Bartomeu acudió a la reunión en la que le dijeron lo que ya sabía.

Acabado su contrato, Robert se marcha en silencio y sin una mala palabra. En su lugar llega mediáticamente Eric Abidal y el área deportiva del club seguirá creciendo con más mandos que harán más difícil si cabe conocer al o los responsables de una política deportiva en la que los cambios, quizá, estén dirigidos a que nada cambie.

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