El 22 de junio de 1986, el Estadio Azteca de México DF fue testigo de hasta qué punto un futbolista puede exaltar a las masas para engrandecer su leyenda. Aquel futbolista era, cómo no, Diego Armando Maradona. Ese día, Argentina se enfrentaba a Inglaterra en la ronda de cuartos de final del Mundial de 1986. Fue aquel un encuentro que simbolizaba algo más que un partido de fútbol entre dos países que apenas cuatro años antes se habían enfrentado militarmente en la guerra de las Malvinas.
El conflicto bélico, como era de esperar, se saldó con un rápido triunfo británico que ayudó a acelerar la caída de la dictadura militar argentina y daría paso, unos meses después, a la llegada de la democracia tras la victoria electoral de Raúl Alfonsín.
La herida de las Malvinas quedó abierta para siempre en el corazón de los argentinos, pero cuatro años más tarde, Maradona y los suyos iban a lograr algo más que el pase a las semifinales del Mundial. Abrirían el camino hacia su segundo campeonato dejando en el camino a los inventores del fútbol con dos goles de «el Diego«. Uno de tramposo (o de pillo, llámenlo como quieran) y el otro, para compensar, el más grande de los que se han visto en la fase final del máximo torneo futbolístico del planeta.
Ambos tantos quedaron grabados para siempre en el imaginario colectivo de los aficionados al fútbol. «La mano de Dios» que abrió el marcador es ya un gol de leyenda, casi tanto como el que el Pelusa anotaría tras sortear a cuantos ingleses le salieron al paso (Hoddle, Reid, Sansom, Butcher, Fenwick y al portero Shilton) para poner el 2-0 en el luminoso.
Probablemente, esos goles no serían lo mismo si no vinieran acompañados de la banda sonora original de aquel mundial, la que puso Víctor Hugo Morales y que acompaña este vídeo para el recuerdo.